Un laboratorio viviente. Una de las ciudades con el metro
cuadrado más caro del mundo. Un paritorio empresarial que alumbró más de 30.000
startups en la última década. Una nación que ha multiplicado por 200 su PIB de
la mano del discreto y pragmático Lee Kuon Yew, abogado sindicalista que
impulsó la economía del país durante más de 30 años de gobierno. Una isla
escrupulosa en la que tirar basura a la calle se multa con 1.300 euros y la
vergüenza de llevar un cartel que reza Soy un guarro. Un campo de pruebas de
apps, robótica y vehículos sin conductor. Singapur, autoproclamada Nación
Inteligente, persigue una visión ambiciosa y poética: alcanzar al futuro antes
de que este llegue. Misión en la que, según sus ideólogos, se han embarcado con
el único objetivo de mejorar la vida de sus ciudadanos. ¿Qué sucede en
Singapur?
actual primer ministro de la nación, presentó el proyecto
SmartNation. Políticos, empresarios y arquitectos de todo el mundo atendieron
al modelo de ciudad hiperconectada y feliz que exponía el dirigente:
"Queremos una nación donde la gente tenga vidas plenas, donde la
tecnología elimine problemas y ofrezca oportunidades increíbles para
todos", anunció. "Los efectos tienen que verse en la vida
diaria". Los casi seis millones de habitantes de la Ciudad León,
significado de Singapur en malayo, escucharon el mensaje desde sus casas. Les
quedaba esperar y comprobar cuánta parte de la retórica se hacía realidad.
Casi dos años después "hay mucho tangible":
"Para Singapur, SmartNation era un paso natural", afirma el
arquitecto Alfonso Vegara, cónsul honorario del país asiático en Madrid,
director de la Fundación Metrópoli y persona que siente la isla como una
"segunda casa". Las promesas cumplidas, asegura, se explican por la
dinámica reciente e histórica del país: "Durante la última década, Singapur
ha apostado por la innovación intensiva. Además, viene de 50 años de
crecimiento brutal". Como recuerda el diplomático, en los sesenta, recién
separada de Malasia, lo único que Singapur podía ofrecer era mano de obra
barata. La mercancía más básica que posee cualquier país.
Ahora, la nación asiática exporta su tecnología y
metodología a los países más avanzados. Es también uno de los nodos de
inversión en startups más importantes del mundo. Por sus calles, más de 40.000
jóvenes portan sensores en la ropa que indican la temperatura corporal, las
previsiones de lluvia o las rutas más despejadas. Los niños juegan con drones
en escuelas donde aprenden a programar videojuegos. La isla, en 50 años, ha
doblado el PIB per cápita de España. El de Indonesia, uno de sus vecinos, es 16
veces menor. Lo único que no planea cambiar en Singapur es el Merlión, guardián
de la ciudad, mitad pez mitad león. Es de piedra maciza y todavía sigue siendo
el mismo.
País sin obstáculos
La agilidad manda en la isla. Allí las trabas logísticas y
burocráticas son pocas. Tanto para montar una empresa como para construir un
edificio. "Una licencia de obras, si se lleva todo reglado, se puede
tramitar en ocho horas", ejemplifica Vegara, "y no en ciento y pico
días, como pasa en otras ciudades europeas". La centralización legislativa
permite al país ser "muy operativo cuando hay que acelerar", remacha.
O dicho en palabras del primer ministro: "Se puede vender una compañía en
15 minutos en la red o solicitar visados o pasaportes online. Y toda la gente
se toma esto con normalidad; es cómo funcionan las cosas en Singapur".
ampliar fotoAlfonso Vegara, arquitecto, cónsul honorario de
Singapur en Madrid y presidente de la Fundación Metrópoli. KIKE PARA
"Desde hace diez años, Singapur identifica y forma
talento. Es una economía intensiva en innovación", dice Vegara. Alrededor
de la mitad de las startups de los países del sudeste asiático (más de 600
millones de habitantes) adquiridas por sociedades financieras nacieron en
Singapur. A su desarrollo influye que la base de datos gubernamental sea de
libre acceso, un mar de oportunidades para los expertos en big data que
auxilian a las empresas.
El dinero, la otra pata del despegue singapurense, fluye. De
los 65.000 millones de euros todavía por aprobar del último presupuesto, 13.000
millones están destinados a desarrollo económico y 530 millones a la
organización a cargo de SmartNation. ¿Cuáles son las dianas de esta inversión?
Niños y robots en las aulas
Pepper, un androide blanco y alto con un aire a C-3PO,
recita la fábula La tortuga y la liebre a estudiantes de preescolar. NAO, su
compañero bajito, ameniza las lecciones bailando y respondiendo preguntas. Los
dos cíborgs forman parte de una iniciativa piloto en las escuelas de Singapur,
en la que el gobierno y la Universidad Tecnológica de Nanyang están probando
ayudantes humanoides para "explorar el uso de robots sociables en la infancia
a través de los juegos colaborativos", según explicó Yaacob Ibrahim,
ministro de Comunicaciones e Información, a la prensa local.
El sistema Code@SG enseña a más de 100.000 alumnos de entre
seis y 12 años a programar. Los escolares cuentan con profesores con más de 15
años de experiencia escribiendo código, hardware diverso (desde el dron BB8 de
Star Wars a ordenadores de bolsillo y smartphones Android) y softwares
específicos de enseñanza (Scratch al inicio y Phyton en las fases finales) ¿Sus
creaciones? Videojuegos a la altura de los mejores arcades, robots, música
digital e historias animadas.
Los alumnos más pequeños viven su primer acercamiento a la
robótica a los tres años: el programa Playmaker se aplica a 10.000 alumnos de
hasta seis años para que conozcan los rudimentos del pensamiento computacional
y comiencen a interactuar con robots como Kibo y Bee-Bot.
Hacia una movilidad sin conductores
En la isla, matricular un vehículo es tan caro que la
mayoría de la gente declina esta opción. Si un coche cuesta unos 40.000 euros
su licencia puede rondar los 50.000. Aún así reducir el parque móvil es una de
las obsesiones del gobierno de Singapur, que busca pasar de casi un millón de
vehículos a 300.000. Por ahora apunta hacia el coche autónomo compartido como
camino a explorar, una vía que reduciría los kilómetros recorridos y la
contaminación. Ya están en pruebas.
Los primeros en echar a rodar han sido seis taxis autónomos
de la empresa estadounidense nuTonomy, unos vehículos teledirigidos que
circulan por cuatro kilómetros cuadrados de la zona empresarial One North. El
modelo, un híbrido entre un Renault Zoe y un Mitsubishi i-MiEV Electrics,
cuenta con láseres de detección y dos cámaras para localizar obstáculos. Cuando
el servicio se estandarice, solo habrá que pedirlo con una app y esperar a que
el chófer invisible aparezca. "Los taxis representan un 3% del parque
móvil pero cubren el 18% de los trayectos. Es muy diferente usar un coche una hora
al día por una única persona y que el resto del día esté aparcado a que
continuamente esté llevando gente de un lado a otro", comenta a EL PAÍS
Gerhard Schmitt, director del Centro de Arquitectura ETH de Singapur, que
observa el tráfico a diario aunque vive a caballo entre Zúrich y la isla.
Monitorizado por más de 1.000 sensores, el millón de coches
que circula por Singapur es gestionado con datos recolectados en tiempo real.
"El Congestion charge lleva unos 20 años vigente. Cuando el tráfico es
fluido no hay peaje, y cuando está congestionado se activa: es una regulación
vía precio que se ha exportado o adoptado en varias ciudades, incluida
Londres", explica Vegara.
33.000 investigadores
Desde que Singapur aprobara su primer Plan Tecnológico
Nacional, en 1991, la nación ha invertido unos 26.000 millones de euros en
investigación científica y tecnología. Y el número de investigadores,
actualmente unos 33.000, se ha duplicado en los últimos diez años.
Una política
que ha cristalizado en los centros Fusionopolis 1 y 2, un complejo de 30
hectáreas enclavado en el distrito de One North consagrado a las ciencias
físicas y la ingeniería. Junto al pionero Biopolis, el hub en ciencias
biomédicas, son terreno fértil para la comunión de lo público y lo privado.
Desarrollo de nuevos materiales, fotónica del silicio,
centros de datos, tecnologías de almacenamiento y nano fabricación son algunas
de las investigaciones que tienen lugar en Fusionopolis. Además de un gran
objetivo: mejorar la vida de los ciudadanos en el hogar. En los 13 edificios de
Biopolis reside la iniciativa POLARIS, que trabaja en la puntera medicina
genómica. Los estudios se centran en los millones de datos que aporta la
secuenciación del ADN. En ellos puede estar la clave para un diagnóstico precoz
de enfermedades como la tuberculosis o el cáncer, o la llave para identificar
las cepas bacterianas más resistentes a los medicamentos.
El oasis de One North
En One North, un ecosistema de startups al que el cónsul
Vegara ayudó a nacer hace diez años, hay apps de todos los colores. Algunas
figuran de forma oficial en la web del proyecto, como MyResponder, que alerta a
los vecinos cuando a un enfermo del corazón le da un infarto o BeeLine, que
combina opciones públicas y privadas para calcular las mejores rutas de
transporte. Y al lado de estas empresas primerizas, mano a mano, grandes
corporaciones como Facebook y Google despliegan sus tentáculos en busca de
ideas que absorber o rentabilizar. El intercambio es continuo y beneficioso
para ambas partes.
Y el secreto está, según Vegara, en la educación y la
colaboración.
“Lo más relevante del proyecto de Singapur es su condición
de laboratorio experimental”, dice el cónsul. Allí impera la colaboración
inteligente con los mejores del mundo: según Vegara, el plan consiste en
contratar a las empresas más prestigiosas para que lleven a cabo proyectos
junto a las compañías locales. Una estrategia de excelencia “poderosísima”,
califica. Y una serie de acciones que le ha valido a Singapur alzarse durante
cinco años consecutivos como la segunda economía más competitiva del mundo (por
detrás de Suiza en 2016) según el prestigioso ranking publicado en The
Competitiveness Report, elaborado por el Foro Económico Mundial.
Una carrera inacabable
La isla no vende una colección de avances aislados ni de
gadgets efectistas. Ofrece al mundo su receta para volver inteligente y
sostenible una nación. "Las tecnologías usadas en Singapur no son muy
diferentes de las definidas en Europay otras partes del mundo. Sin embargo,
están implementadas y mantenidas de una forma más completa y estable, con las
consecuencias que eso conlleva", dice el profesor Schmitt.
"Pronto los robots serán más numerosos que los propios
seres humanos y replicarán muchas de nuestras funciones. Los coches autónomos
los son, y también los drones que mucha gente usa en su tiempo libre. Y dentro
de poco aparecerán exoesqueletos", predice. La diferencia, según Schmitt,
es que "aquí ya está ocurriendo".
Con tecnología, método, educación y espíritu, Singapur sigue
corriendo para adelantar al futuro: "Vamos mucho más allá de la
iluminación inteligente de las calles, la recolección de la basura o la
eficiencia del tráfico urbano. Queremos usar la tecnología de manera holística
para mejorar la vida de todos los habitantes". Y el ciudadano es el
principio y fin de esa visión.