sábado, 18 de febrero de 2017

ES MEJOR SER HONRADO QUE UN LADRON

¿Hay que ser siempre honrados?
TODO el mundo es honrado a veces; muchos, casi siempre. Pero ¿a cuántos conoce usted que se preocupen por ser honrados siempre?

La falta de honradez abunda en diversos campos de la vida moderna. Y eso que la gente sabe lo que Dios piensa del asunto. Por ejemplo, casi todo el mundo se sabe de memoria el mandamiento: “No robarás” (Éxodo 20:15, Biblia de Jerusalén). El problema es que, según muchas personas, hay circunstancias que justifican el robo o alguna otra forma de falta de honradez. Veamos tres excusas comunes.


La pobreza, ¿justifica que se robe?

Un funcionario imperial romano dijo en cierta ocasión que “la pobreza es la madre del delito”. Y sí, puede que una persona pobre se crea con derecho a robar, y habrá quienes quizás hasta le den la razón. Pero ¿qué pensaba Jesús? Por una parte, sabemos que él trataba con mucha compasión a las personas necesitadas; “se compadeció de ellas”, informa la Biblia (Mateo 9:36). No obstante, bajo ninguna circunstancia disculpó el robo. Entonces, ¿qué pueden hacer los pobres?

Pues bien, Dios se compadece de quien sinceramente trata de obedecerlo, y bendice sus esfuerzos por conseguir las cosas básicas (Salmo 37:25). La Biblia promete: “Jehová no hará que el alma del justo padezca hambre, pero rechazará el deseo vehemente de los inicuos” (Proverbios 10:3). ¿Puede una persona pobre confiar en esta promesa? Victorine está convencida de que así es.

Victorine es viuda, tiene cinco hijos en edad escolar y vive en un país en vías de desarrollo donde la ayuda para los pobres es limitada, de modo que su vida no es fácil. Como pasa la mayor parte del día trabajando fuera de casa, se le presentan muchas oportunidades para robar. Pero ella no se siente tentada a hacerlo. Al contrario, trabaja duro como vendedora ambulante para conseguir su sustento básico. ¿Por qué desea ser honrada?

“Primero, porque creo que a Dios le gusta la honradez y que si lo imito me bendecirá. Segundo, mis hijos solo pueden ser honrados si yo les doy el ejemplo.”

¿Y cómo le va? “Tenemos comida, ropa y casa. Claro, ha habido veces en que he tenido que pedir ayuda a mis amigos, como cuando tengo que pagar gastos médicos inesperados. Siempre me han dado lo que necesito porque saben que soy honesta cuando les digo lo que me pasa y que no trato de aprovecharme de su bondad.

”Mis hijos están aprendiendo a ser honrados. Hace poco, una vecina vio unas monedas en la mesa y me preguntó si no tenía miedo de que los niños las tomaran. No me creyó cuando le dije que mis hijos jamás harían una cosa así. Sin que yo lo supiera, decidió ponerlos a prueba, y dejó dos monedas de 100 francos en la casa, donde los niños fácilmente podían hallarlas. Cuando regresó al día siguiente, quedó muy sorprendida al encontrar las monedas donde las había dejado. Para mí es más importante tener hijos honrados que tener muchas cosas materiales.”

“Todo el mundo lo hace”

Robar en el lugar de empleo es muy común, por lo que muchos piensan: “Todo el mundo lo hace, así que, ¿por qué yo no?”. En contraste, la Biblia exhorta: “No debes seguir tras la muchedumbre para fines malos” (Éxodo 23:2). Victoire ha seguido esa exhortación. ¿Le ha ido bien?


Cuando tenía 19 años, consiguió trabajo en una planta procesadora de aceite de palma. Pronto descubrió que las 40 mujeres que trabajaban allí escondían en sus canastos almendras de palma para sacarlas a escondidas de la planta. Luego, cada fin de semana, las vendían y obtenían el equivalente al salario de tres o cuatro días de trabajo. Victoire relata: “Literalmente, todo el mundo lo hacía, y esperaban que yo también lo hiciera. Pero me negué, y les dije que para mí la honradez era importante. Se burlaron de mí, diciendo que era una tonta.

”Cierto día que salíamos de la planta, apareció de repente el administrador y se puso a revisar los canastos. Resulta que en todos encontró almendras, menos en el mío. Las mujeres tuvieron que trabajar dos semanas sin sueldo o fueron despedidas. Quedó claro que yo no era ninguna tonta.”

“El que lo encuentra se lo queda”

¿Qué hace usted cuando se encuentra algo de valor? A muchas personas les invade instantáneamente un sentimiento de propiedad que borra cualquier intención de devolverlo a su dueño. En otras palabras, siguen la filosofía de “el que lo encuentra se lo queda”, y no creen estar haciendo nada malo. “Al fin y al cabo —dicen algunos—, el dueño ya lo dio por perdido, ¿no?” Otros opinan que no tienen por qué estar buscando al dueño, que eso es mucho trabajo.


Pero ¿cómo ve Dios el asunto? Deuteronomio 22:1-3 muestra que, en la antigüedad, quien encontrara algo perdido no podía sencillamente quedárselo; la orden era: “Debes [...] guardarlo hasta que el dueño venga a buscarlo y se lo devuelvas” (La Palabra de Dios para Todos). Además, le convenía informarlo. Si no lo hacía, corría el riesgo de que se le acusara de ladrón (Éxodo 22:9). ¿Será práctico este principio hoy? A Christine no le cabe la menor duda.

Christine es directora de una escuela privada. Un miércoles recibió su sueldo del mes en efectivo y, como es costumbre en África occidental, hizo un rollito con los billetes y los metió en su bolso. Luego paró una mototaxi y salió deprisa para una reunión. Al llegar, buscó en su bolso unas monedas para pagarle al taxista, pero, como estaba oscuro, no se dio cuenta de que los billetes se le cayeron al piso.

Unos minutos después llegó al lugar Blaise, un joven de 19 años que no era de la zona. Por coincidencia, Blaise había quedado en ir con un amigo al mismo sitio adonde fue Christine. Una vez allí, vio el rollo de billetes; lo recogió y se lo echó al bolsillo. Cuando terminó la reunión, le dijo a su amigo que había encontrado algo en la calle, y que si alguien lo había perdido, que lo llamara por teléfono para identificar el objeto.

Al llegar a casa esa noche, Christine casi se desmaya al ver que había perdido su sueldo de todo el mes. La siguiente semana le contó lo ocurrido a su amiga Josephine, y ella le dijo que un joven —Blaise— había encontrado algo el día de la reunión. Christine lo llamó, le dijo exactamente de cuánto eran los billetes, y él le devolvió el dinero. ¡Qué feliz se sintió ella! ¿Y Blaise? Después de guardar aquellos billetes durante una semana, dijo: “Podría haberme quedado con el dinero, pero me sentí mucho mejor por haberlo devuelto”.

¿Por qué se esfuerzan por ser honrados siempre?

Victorine, Victoire y Blaise viven en distintas áreas y no se conocen entre ellos. Sin embargo, tienen algo en común: son testigos de Jehová y defienden lo que la Biblia dice sobre la honradez. De hecho, esperan un nuevo mundo que Dios ha prometido: “Hay nuevos cielos y una nueva tierra que esperamos según su promesa, y en estos la justicia habrá de morar”. Toda la gente que viva entonces será justa y honrada (2 Pedro 3:13).

Victorine tiene pocas esperanzas de que su economía mejore mucho mientras Dios no cambie la situación mundial. Con todo, es espiritualmente rica, algo que no puede conseguirse con dinero. Sus hijos son honrados y de buenos modales. Cada domingo, todos ellos rebosan de felicidad cuando les hablan a sus vecinos de la bondad divina y les explican cómo Dios responderá a “todos los que lo invocan en apego a la verdad” y protegerá “a todos los que lo aman” (Salmo 145:7, 18, 20).

Con el tiempo, Victoire dejó la planta de procesamiento de aceite de palma. Comenzó un negocio propio: en el mercado se puso a vender garri (una clase de harina gruesa hecha de yuca, o mandioca). Su honradez le atrajo muchos clientes. De hecho, pronto pudo reducir la cantidad de horas que pasaba en el mercado y dedicar más tiempo a hablarles a otros sobre la posibilidad de vivir en un mundo donde todos serán honrados. Actualmente está casada, y ella y su esposo sirven de ministros cristianos de tiempo completo.

Christine perdió su dinero frente a un Salón del Reino de los Testigos de Jehová. Blaise, que estaba de visita, no conocía a muchos de los presentes, pero sabía que todos eran sus hermanos cristianos, que siempre procuran ser honrados.
¿A cuántas personas conoce usted que sinceramente se esfuercen por ser honradas siempre? Tan solo imagínese estar con 50, 100 ó 200 personas así. Esa es la feliz experiencia que los testigos de Jehová viven en sus Salones del Reino. ¿Por qué no va al salón y los conoce mejor?
“Para mí es más importante tener hijos honrados que tener muchas cosas materiales.”
¿Justifica Proverbios 6:30 el robo?


Proverbios 6:30 dice: “La gente no desprecia al ladrón simplemente porque comete robo para llenarse el alma cuando tiene hambre”. ¿Disculpa este versículo el robo? Claro que no. El versículo siguiente demuestra que Dios sigue considerando culpable al ladrón, pues aclara: “Pero, cuando sea hallado, lo resarcirá con siete veces la cantidad; todas las cosas valiosas de su casa dará” (Proverbios 6:31). Es cierto que quien roba por hambre tal vez no reciba un castigo tan severo como el que roba por codicia o con la intención de causar daño a la víctima, pero aun así la persona tiene que “resarcir” el daño, es decir, pagar por lo que hizo. De modo que si alguien desea la aprobación de Dios, no puede, bajo ninguna circunstancia, robar.

martes, 14 de febrero de 2017

CHIPS EN HUMANOS

Biohacking: Cada vez son más las personas que se implantan Chips en todo el Mundo

Los microchips más habituales sirven para compartir vídeos, abrir puertas, arrancar el coche, iniciar el ordenador, hacer pagos o desbloquear el móvil.
Ochenta y nueve euros. Eso es todo lo que uno necesita para hacerse con un kit por internet y recibirá en su casa un chip del tamaño de un grano de arroz precargado en una jeringa estéril, una ampolla para desinfectar la piel, unos guantes quirúrgicos, gasas y vendajes estériles para cubrir la pequeña herida que le quedará cuando se lo implante en la mano (en la membrana que tiene entre los dedos pulgar e índice, si sigue las recomendaciones del vendedor).

En dos años se han vendido más de 10.000 de estos kits, y si al principio sólo se interesaban por ellos los aficionados a la electrónica, en el último año los compradores son “un público más general de hackers y aficionados a la informática”, según explica vía correo electrónico Amal Graafstra, el responsable de la firma que los comercializa, Dangerous Things.
¿Y para qué los quieren? Estos implantes son un paso más tras los de uso médico que permiten controlar el ritmo cardiaco, mover el diafragma, liberar insulina o frenar los espasmos del Parkinson por citar solo algunos de los más empleados.

Graafstra usa sus chips para abrir las puertas, desbloquear los teléfonos, iniciar la sesión de sus ordenadores o arrancar el coche con un movimiento de su mano. Y también los aprovecha para compartir datos de contacto, vídeos de YouTube o páginas de Facebook con sus amigos haciéndoles escanear su implante con el lector NFC de sus móviles o tabletas.
“Básicamente la gente se está instalando chips del tipo NFC (tecnología de comunicación de campo cercano) o RFID (identificación por radiofrecuencia) para poder identificarse, interaccionar con determinados objetos o cuantificarse; comenzó un investigador que quería llegar al laboratorio y abrir las puertas sin tener que usar una tarjeta de identificación, y a partir de ahí la gente lo usa para identificarse, transmitir datos o como cartera digital para hacer pagos”, comenta Álvaro Jansa, biólogo, investigador del Grupo de Electrónica Biomédica de la UPF y uno de los impulsores del colectivo DIYBio Barcelona, que promueve la aplicación de la cultura hacker y del do it yourself (o hazlo tú mismo) a la biología.
Explica que, sin ser masivo, el tema de los implantes de chips, de leds a modo de linterna bajo la piel o de tatuajes tecnológicos está en plena expansión porque la tecnología se ha hecho más pequeña, facilita este tipo de dispositivos, y la gente se anima a probar. Lo que comenzó como mero experimento hoy se ha convertido en la moda de biohacking –entendido como la auto-optimización del cuerpo humano mediante las posibilidades que ofrece la biología y la técnica– y en algunos países ya se distribuyen o instalan estos dispositivos en los sitios dedicados a realizar tatuajes y piercings.

 También hay entidades que promueven su uso. En abril, el Atlético Tigre –un club de fútbol de la primera división argentina–, propuso a sus socios implantarse un chip bajo la piel para poder acceder al estadio con sólo acercar su cuerpo al lector, sin tener que mostrar carnet alguno. Y durante la Mini Maker Faire BCN 2016, que se celebró en febrero en CosmoCaixa, uno de los principales fabricantes de placas electrónicas ofrecía e instalaba NFCs a los visitantes.


CADA VEZ MÁS OPCIONES
A los implantes NFC o RFID, que apenas difieren de los chips de identificación que se ponen a los animales de compañía o en las etiquetas antirrobo, se suman muchas otras propuestas comerciales, como el North Sense, un chip a modo de brújula que se coloca en la piel como un piercing, que funciona por Bluetooth y transmite una vibración cuando uno se dirige al norte, otorgando así a la persona una especie de sexto sentido, el de la orientación.
También se venden ya pegatinas y tatuajes digitales que incorporan un circuito flexible, que puede decorarse con el logo de una compañía o de un acontecimiento, y que se puede programar a modo de tarjeta monedero para realizar pagos o con sensores para captar constantes vitales, por ejemplo. Pero para la comunidad hacker y biohacker, que gusta de hacer sus propios productos, existen en la red manuales que describen prototipos o la fabricación de otros muchos dispositivos cibernéticos que pueden implantarse en el organismo para ampliar las capacidades humanas o convertir el propio cuerpo en un dispositivo tecnológico que sirva incluso de tarjeta de crédito.
Jansa apunta que este tipo de implantes no tienen ninguna supervisión ni control, son “ilegales”, porque la comunidad grinder o biopunk –que es como denominan a la gente que decide implantarse– no pregunta al sistema, sino que considera que el individuo es libre de hacer lo que considere oportuno y funcionan mucho por autoexperimentación.

NO EXENTO DE RIESGOS
Advierte, no obstante, que su instalación no es trivial y puede presentar problemas de seguridad y compatibilidad. De entrada, de seguridad física, pues los chips requieren una cirugía menor y una mala instalación o una mala sutura puede acabar provocando rechazo, infección, cicatrices… Pero también de seguridad informática, pues “una mala instalación puede llevar a un error grave en el sistema y aquí no hay opción de formatear o recuperar un backup”, y para retirar el chip se requiere otra cirugía, apunta Jansa.
Y agrega que “los sistemas de cifrado utilizados pueden ser pobres o tener bugs (errores), de modo que pueden aparecer casos de robo de identidades digitales”.
El Grupo Europeo de Ética en Ciencia y Nuevas Tecnologías (EGE) ya advertía en el 2005, en un dictamen sobre los aspectos éticos de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) implantados en el cuerpo humano que dirigió a la Comisión Europea, que las aplicaciones no médicas de los implantes TIC debían regularse porque “son una amenaza potencial para la dignidad humana y la sociedad democrática”, porque pueden servir para “localizar a las personas y obtener acceso a la información almacenada en los dispositivos sin el permiso de quienes se los implantan”, o ser utilizados para mejorar las capacidades físicas o mentales creando “una sociedad de dos clases” y ampliando la brecha entre los países industrializados y el resto del mundo.
Desde entonces el EGE ha emitido otras muchas recomendaciones y ha solicitado una regulación europea del biohacking, ya que mientras que los implantes y dispositivos médicos están ampliamente regulados, los que se usan para otras aplicaciones no.
La subdirectora del Observatorio de Bioética y Derecho de la UB, Itziar de Lecuona, asegura que caminamos hacia una tecnología que nos simplifica la vida y que cada vez es más de consumo directo, pero que al mismo tiempo deja a las personas más expuestas en términos de intimidad y libertad. “Que la tecnología sea accesible como promueve el biohacking es atractivo, y que la gente se implante un chip para identificarse en su trabajo no es malo, pero quienes se entusiasman con la tecnología como una mejora en su vida deben tener claro que siempre tiene un coste, y que el precio es la privacidad; junto a la idea de que con un chip todo será más cómodo de valorar que el chip va asociado a unos datos que dicen mucho más de ti que una tarjeta de identidad, y que una vez conectado siempre hay un tercero que accede a esa información y tiene un patrón de tus comportamientos y actividad, desde lo más minimo hasta lo más importante”, opina De Lecuona.
Fuente: Protestante Digital